El
pasado viernes, 15 de julio, se celebró en Javier el Encuentro de Verano con
los misioneros navarros y sus familiares. Cumpliendo con el programa salimos de
Pamplona a las 9:30h bajo un sol generoso que abrazaba al Casco Viejo con
resaca aún de los San Fermines.
Javier,
bajo un cielo azul intenso, nos acogió bajo la mirada del Castillo misionero vestido
de luz y piedra cálida.
Al
abrigo de nuestros hermanos los Jesuitas, que como siempre nos hacen saber que
estamos en nuestra casa, comenzó la jornada con una oración matutina.
Como
ya es tradicional nos fuimos presentando todos, aunque algunos ya son caras
conocidas en estos encuentros. Antes de comenzar con la mesa redonda de
testimonios, el Delegado de Misiones José Mª Aícua hizo una reflexión sobre la
situación social en Navarra: el índice de inmigración, la secularización e
indiferencia religiosa, la fragilidad de la familia en una sociedad que la
desampara, la falta de vocaciones que cojan el relevo… Para concluir que hoy,
lejos de lo que muchos se empeñan en decir, es más necesario que nunca el
testimonio de la fe vivida, celebrada y anunciada. Los misioneros siguen siendo
testigos muy valorados en esta sociedad que sigue reconociendo los valores y la
coherencia cuando los tienen delante. Por otra parte, el voluntariado es un
signo de esperanza, sobre todo porque hace que los jóvenes “conecten” con un
Dios que es camino, verdad y vida.
Acto
seguido tuvo lugar la mesa redonda que este año estaba formada por Ángel de la
Victoria, misionero Javeriano en Camerún, que nos habló de las dificultades del
diálogo interreligioso con el mundo islámico, y de cómo a pesar de ello es
posible y necesaria la convivencia; Monserrat Simón, Franciscana de María en
Túnez, que la igual que Ángel nos hizo ver que a pesar de las dificultades el
misionero está llamado no sólo a anunciar un mensaje sino a ser testigo de amor
de Dios, un amor que se encarna con misericordia, y es desde ahí desde dónde se
rompen la barreras para la convivencia. La mesa la cerró Ana Hugalde, amiga y
voluntaria incansable de la Delegación de Misiones, que ha decidido hacer una
experiencia de un año en territorio de misión. Ana habló emocionada de cómo,
sobre todo este año, se le fueron cerrando las puertas por cada iniciativa que
tomaba para hacer una experiencia misionera, hasta el punto de no llegar a “entender
a Dios” por parecer que cerraba más que habría posibilidades. No faltaron
momentos duros, como el de su enfermedad o quedarse en paro, y al verse
obligada a serenar el paso descubrió en medio de las dificultades, y no en otro
sitio, que era eso precisamente lo que le faltaba: la calma necesaria que
dejara reposar su interior turbado y reconociera en ella misma una respuesta
que ya estaba pero no veía. “Todo me ha
cambiado, Dios urge y concede la paz al mismo tiempo. Soy feliz y quiero vivir
en primera persona “la misión” que he mamado desde pequeña.”
Durante
el turno de preguntas, nos acompañó D. Francisco Pérez, nuestro Arzobispo, que
agradeció la labor de los misioneros como testigos veraces del Evangelio en un
mundo cada vez más falto de amor y misericordia.
A
las 13:00h. Celebramos la Eucaristía en la capilla del Castillo de Javier,
presidida por D. Francisco y animada por el Delegado de Misiones junto a
sacerdotes misioneros. Los colores de los pañuelos de Infancia Misionera que se
entregaron en el ofertorio nos recordaron durante la celebración que hay muchos
motivos para la esperanza y mucho trabajo por hacer.
La
comida, como siempre, fue momento de amistad compartida y alegría. Este año la
sobremesa fue especial pues el joven mexicano Miguel Razo, voluntario para
Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, nos ofreció una rutina de magia evangelizadora que nos dejó a
todos con la boca abierta. El ágape terminó con la entrega de homenajes a los
misioneros y misioneras que celebraban sus bodas de oro, y el reconocimiento a
los ponentes de este año. D. Francisco les entregó a cada uno un libro de los
Carteles del Domund 1941-2015 de OMP y un díptico de San Francisco Javier y el
Cristo de la sonrisa.
La
tarde comenzó con la presentación del Itinerario Espiritual en Javier a las sombra del busto de Juan Pablo II, en la
plaza del Castillo, que terminó con la renovación bautismal en la Parroquia de
la Asunción, en la misma pila donde se bautizó al Patrono de las Misiones San Francisco
Javier.
Para
cerrar el encuentro los misioneros pudieron visitar la Exposición de las
Misioneras de Cristo Jesús y las Reducciones Jesuíticas del Paraguay.
La
despedida, como siempre, fue entre abrazos y agradecimientos, porque si hay
algo que caracteriza a los misioneros es que son muy cariñosos y agradecidos.